Las esculturas de Javier Aguilera destacan en un primer momento por su virtuosismo técnico, pero encierran un mensaje mucho más amplio del que aparentemente ofrecen. Utilizando el cuerpo humano como vehículo expresivo y el simbolismo oriental contemporáneo, sus figuras enfrentan al espectador con el dilema de la soledad. Una soledad que en el hipersaturado contexto actual se manifiesta, unas veces de forma dramática, otras de forma irónica, mostrando abiertamente sus heridas. Seres golpeados, antihéroes que sangran, sudan y muerden, interrogándonos sobre nuestra propia existencia y la relación con los demás. La vida en la gran ciudad, el street art, el anime, los videojuegos y los comics, juegan además, un papel fundamental en la creación de su particular universo, una mezcla de influencias que dota a su imaginario de una enorme fuerza narrativa, que entronca con el lenguaje cinematográfico y con la animación.